Itō Jakuchū (1716-1800) es considerado uno de los mejores pintores profesionales de Kyoto en el periodo Edo. Se le recuerda por su personalidad cohibida y su caprichosa naturaleza para la pintura. Nacido de padres comerciantes adinerados, Jakuchū vivió una vida cómoda y despreocupada, por lo que se pudo dedicar enteramente a este arte.

Su entrenamiento artístico probablemente incluyó a maestros de la escuela de Kano, pintores al servicio del gobierno del emperador. También estudió con monjes zen en Kyoto. Algunas de sus composiciones más importantes eran regalos o comisiones de templos y monasterios, lo que refleja la gran influencia del budismo en él. Más tarde, después de que sus fortunas disminuyeron, se retiró a un monasterio, y a pesar de que nunca se volvió monje, se dedicó a explorar su arte dentro de estos recintos. Incluso recibió el título budista de koji por su apego a los ideales zen.

Sin embargo, Itō Jakuchū era una persona excéntrica, y tenía una personalidad que se puede ver plasmada en sus obras. En su hogar en Kyoto coleccionaba pájaros exóticos, algunos de los cuales utilizaba como modelos para pintar en sus composiciones. Mucha de su obra se deriva de sus propias observaciones cuidadosas, lo que logró crear un estilo único e inusual de paisajes clásicos chinos o figuras arquetípicas que estudió con los monjes. También incorpora colores brillantes y decorativos, lo que lo distancia de los preceptos estéticos chino y budista, o de otros aprendices de pintura.

Jakuchū experimentó con diferentes temas y estilos. Sus personajes humanos frecuentemente son representados de manera cómica. Sus pinturas de la naturaleza por otro lado reflejan un realismo muy preciso, aunque también algunas veces exagerado. Incluso Itō Jakuchū logró entrar en contacto con obras extranjeras que eran limitadas para la época durante un periodo de enclaustramiento de Japón. En algunas pinturas incluso llega a utilizar tintes que logró importar por contrabando.